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La lengua del fuego

En realidad es un asunto que ya se sabía, pero en este momento es público: la máscara no representa nada y se mantiene por un mero acto de fuerza, es una realidad fría y sin vida que incluso si se moviese plena de vigor y fortaleza no dejaría de parecer una marioneta cuya representación nadie se toma por otra cosa, simplemente se cubre con ella un rostro al que desfigura y contrae en una especie de mueca desvergonzada y obscena, la fuerza la sostiene sobre él y sin embargo el símbolo que pega a su superficie ya no se encuentra en donde debiera: es, por decirlo de algún modo, la fuerza enmascaradora desnuda a la que si se le priva de la cara que oculta no pasaría nada, tan sólo se vería lo que todo el mundo imagina, lo invisible que es más fácil de creer que lo increíble que la máscara pretende que se vea siempre: el rostro de la nada en el poder, o sea, todo el mundo es necio. La diplomacia es quizá el arte de parecer que se es necio sin por supuesto serlo, pero si este arte es ciertamente mundano el público al que se dirige no se halla tan fuera de él como la política cree o finge creer porque es la fuerza que se halla bajo la fuerza de la máscara y por lo tanto no le importa demasiado la falta de sentido de la representación con la que a veces todavía se entretiene como el titiritero con un puñado de niños delante del viejo teatrillo de la farsa. ¡Qué escándalo lo que se escucha! Pero ¿qué va a decir la diplomacia cuando no se halla cara al público? Lo que se le oye decir a cualquiera que no actúa tras su máscara cuando se para a pensarlo y habla con la libertad con que lo hace en casa, aunque no se lleve ni un céntimo por hacerlo: este tipo, igual que aquel otro, es lo que es y no lo que representa, que es como bien se sabe humo en una hoguera de paja tras la que se esconde el verdadero fuego callado e invisible en el que arde el mundo. El fuego cuya lengua dice: la política es una guerra que se lleva en secreto delante de las narices de todos gracias a la mascarada en cuyo nombre dice actuar o, mejor dicho, no actuar como hace todo el mundo.

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