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Los piratas altruistas

Se cuenta que Noé era un viejo que salvó del diluvio universal a los animales a los que convenció de que se dejasen secuestrar por él hasta que pasara la tormenta y pisaran tierra firme, porque en la que vivían se movía demasiado; lógicamente, ante un señor tan bueno, los niños se dejaron incluso llenar de gasas y vendas con las que simular ante los negros malos de su tierra que eran heridos de guerra y les permitieran subir al arca que les conduciría a la nueva vida que sin duda se merecían y en la que se les curaría de todos sus males. Pero ¿qué sucedió de pronto para que todo se fuera al diablo? Los negros malos se percataron de que el gran padre blanco sacaba de su país con engaño a los niños que no sólo no eran heridos sino que además tampoco eran huérfanos como se aseguraba a la gente; el bueno pero incomprendido de Noé, ladrón de todas las especies de animales, fue detenido o, quizá más apropiado, capturado por los tontos y malvados indígenas que no querían ni siquiera a sus hijos y los pobres animales devueltos a la selva en la que seguramente se ahogarían en el inminente chaparrón de agua. La moraleja de este breve cuento del viejo Noé, al que también se conocía en su juventud como el listo Zoé, dice que el amor a los demás es la más perfecta cortina de humo bajo la que operan los piratas de niños, los traficantes de mujeres y los mercaderes de hombres que se ha conocido nunca, o que tenemos ante nosotros a los piratas altruistas, los traficantes humanistas y los mercaderes moralistas, en medio de los cuales y con premio o castigo para los protagonistas se desarrolla el cuento de las buenas personas (porque hay que ser persona, ¿no es cierto?) guiadas por sus buenas intenciones, sus buenos sentimientos y su buena voluntad. ¿Acaso se podría pensar, visto lo visto, que una buena persona es en realidad otra mala que actúa bajo el disfraz gracias al cual finge que no es nada, como si en algún lugar del mundo se creyese que ser bueno es no ser nada e incluso no ser de ninguna forma, justo en el momento que le conviene o quizá no tiene más remedio? Es decir: ¿qué es la persona que se dice que hay que ser? ¿Es Noé o Noé es Zoé disfrazado y Zoé es Noé desenmascarado? La persona es el humo de paja bajo el que trabaja una despersonalización que ya no se nos oculta, porque también hay personas como Zoé, que en realidad es un Noé desvestido, desnudado y descubierto, como Noé es un Zoé en persona, y en los dos casos, que quizá son uno y el mismo, el objeto es vestir un cuerpo que todavía hoy, cuando la vieja filosofía y la aún más vieja moral escriben sus últimas líneas, no se acostumbra a actuar sino disfrazado, quizá porque a cara descubierta carecería del valor que el humanismo, el altruismo y demás ismos de esta clase proporcionan a los cobardes para actuar, es decir, para robar lo ajeno en vez de apropiarse y declararse legítimo propietario de lo que es común a todos y singularmente deviene tan sólo de unos pocos.

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