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Lo mismo habla que escribe

Diferenciar el ser de los hombres por el sexo, la lengua y la raza, es pura ignorancia: es decir, es la diferencia al alcance de una ignorancia que prefiere el prejuicio en vez de la razón, el error en vez del conocimiento, la irreflexión en vez de la verdad, y el estereotipo en vez del pensamiento --la manera de apresar, por parte de una ignorancia que en cualquier caso opta por sí misma, una diferencia que le es siempre libre y salvaje y sin reconocer ni identificar como siempre: he ahí el problema, pero quizá también los rasgos genuinos y auténticos de lo que, nunca mejor dicho, difiere (escapa). En otros términos, el varón blanco europeo -y todos sus descendientes- no es quién (ningún qué lo es): más bien representa la ignorancia en lugar de la inteligencia, pero con todos los títulos y honores, la ignorancia catedrática, que alza una identidad sobre otra a la que rebaja y no capta nunca la diferencia, pues aunque quisiera no podría. Desde luego que no es el caso: su problema consiste sin duda en erradicar lo que no puede capturar, pero creyendo que de este modo logra su objetivo, la eliminación de lo distinto, de lo rebelde, de lo que no admite ni su captura ni por supuesto su erradicación, pues ahí está siempre libre e insistente como un virus. Una mujer no es nada si no es una danza (la mujer en danza), pero un gitano no es más si no es una aventura (el gitano en ruta), y un vasco tampoco si no es una canción (el vasco sin letra pero con música), y todo el que baila es mujer, y todo el que viaja es gitano, y todo el que no tiene palabras más que en los labios es vasco. Desde este punto de vista de la diferencia, ni son todos los que están ni están todos los que son y resulta imposible definir por su sexo a una mujer, por su raza a un gitano y por su lengua a un vasco. La diferencia es otra cosa, mucho más difícil de reconocer e identificar y, sobre todo, completamente esquiva a los procedimientos clásicos de representación de los seres, de su encuadramiento y clasificación, pues salta por encima de los géneros, los lenguajes y las naciones, y lo mismo está aquí que allí, lo mismo danza que repta, habla que escribe y pare que fecunda. 

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