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Se va, se va, se va

Se conoce como transición española el fenómeno por el que el peninsular -y el isleño- se quiere ir de una España a otra o, simplemente, se quiere ir de España: este fenómeno político se produce sobre un espacio que se muestra a pesar de todo indestructible -tanto como hostil y extraño a su desocupado ocupante-, y en un tiempo que se desearía fijo y estático pero se mueve y se desplaza constantemente de un punto a otro como si en este baile monótono e incesante se hallara la única posibilidad de que el espacio se transmutara por la acción del español que nadie se dice a sí mismo -baldón de vida y blasón de guerra-, porque se ataría a su espacio como el preso a su condena y no se sabe de preso alguno que se quiera pasar los últimos años de su vida en la cárcel, salvo el que en el fondo se siente culpable y se mata noche y día por redimirse a través del dolor de la pena y el sufrimiento del castigo, pues ya no se halla en la libertad en que se perdería de nuevo entre el viejo torbellino de placeres, deseos y pasiones que se apoderan de él como de un niño. Nadie se está quieto en el país en el que Franco no sólo no se ha muerto sino que además no se morirá nunca, pues se parte y se vuelve a partir de él como de un origen que sin embargo se creyera poder remediar a fuer de distanciarse cada vez más de él, como el hijo que a base de tiempo se aleja de la casa del padre y se cree cuanto más lejano tanto más distinto a su estirpe (de aquí la trascendencia de los procesos, meros pasos del tiempo sobre un espacio que sin embargo no se va con los años, como si no se hallase sometido ni siquiera a los pasos y pisadas de sus habitantes: un espacio elástico y flexible en el que no se marcaría ni una sola huella, pues cuanto más se hunde más se eleva hasta recuperar de nuevo su naturaleza de siempre, una superficie lisa y tersa de la que se sale rebotado como una pelota, gracias a lo cual se asemeja el movimiento perfecto aunque en realidad nadie se mueve más que arriba y abajo y no adentro afuera como se quisiera): porque en Franco se ha de ver la imagen de la unidad e identidad de España bajo la aniquilación de la diferencia y multiplicidad de los españoles --por este motivo los españoles no se pueden sentir orgullosos de su país, tan sólo los fascistas se podrían permitir este lujo, los demócratas se callan y no se salvan de las burlas y críticas de los españoles que no se representan como tales más que si a su vez se les hace callar mostrándoles que no se diferencian tanto del resto de sus compatriotas con los que no se igualan. Se podría definir a España como la nación en la que no se quieren más que los extranjeros y porque no se les obliga a reconocerse e identificarse como nacionales. ¿Qué se entiende al fin y al cabo por español? El nacional se apoderó en su día de España, pero España se ha apartado de su lado y, sin embargo, el español se sigue yendo, se confunde aún con el vencedor o con el vencido, con el que se quedó con todo o con el que se queda con nada por culpa del que se dice español, buen español, español de cuerpo entero. Pero cada cual se va a su casa y, si se hallara en su poder, se llevaría su casa al extranjero: Francia, Rusia, Canadá, quizás Australia, además de las naciones interiores, las más difíciles de que se vayan --las que siempre se están yendo, sin embargo.

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