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Ni Nueva Edad Media ni Fin del Mundo

El rojo agujero negro provocado por el nihilismo en un bloque que no sin fisuras se mantiene unido y entero en el movimiento -con unas fisuras que son realmente las líneas a través de las cuales se expresa lo Otro y su proyecto innovador, revolucionario y diferente de vida, dotado de los medios, deseos y procedimientos llamados a superar  el orden establecido- en el fondo quiere crear más de lo que puede y es capaz de destruir -y ahí radica su último y definitivo peligro-, porque no puede aniquilar el imperio de lo Uno -quizá ni lo pretende-, pero sin duda quiere producir su recomposición y el bloqueo absoluto de todo lo que aquí y allí difiere y poco a poco va socavando el muro que atenaza al Mundo, en un devenir libre y abierto al que siempre se le resta tiempo de explosión, pues una y otra vez se le añaden Eras y Edades de retardo a las que hay que atravesar como una flecha (es en este sentido que se puede aventurar lo indiferente que a fin de cuentas resulta el que se formen o reformen dos bloques, choquen entre sí y llegue el silencio tras el terrible impacto, porque en ambos se hallan idénticos materiales, parejas tecnologías y similares ingenios). Porque lo que caracteriza más acusadamente a este nihilismo decidido y resuelto, con brotes más o menos virulentos en todos los rincones del planeta, no es tanto el desprecio radical de la vida, tanto de la ajena como de la propia -muera el Occidente corrupto y el Oriente corrompido-, cuanto su amor incondicional y rendido a una serie de valores que en todas partes se dicen de igual manera: lo puro, lo íntegro, lo fundamental, lo esencial y lo limpio, con los cuales y desde los cuales se aspira a alcanzar la Identidad sin mancha y en su aspiración se arrastra a la más completa aniquilación a todo lo que se presenta mezclado. ¿Cómo no ver en este nihilismo rabiosamente homicida y suicida el designio tomado de un combate a muerte contra todas las diferencias, multiplicidades y multitudes que alberga el mismo suelo sobre el que se levantan, y contra el que también lo hacen, los propios nihilistas? ¿Cómo no ver, en él, el denodado esfuerzo de lo Uno e Idéntico y su rechazo letal y mortífero de todo lo que se manifiesta descentrado, poliforme, heterogéneo y diverso? ¿Acaso no se considera el caos a la potencia de todos estos elementos conjuntados que no son ingobernables más que desde fuera de sí mismos? Hay que afirmar, en consecuencia, que la impagable ventaja y la insalvable distancia que separa al Oeste del Este es precisamente lo corrupto, lo impuro, lo compuesto, lo superficial, lo ligero y hasta lo frívolo -pues ¿qué otra cosa se significa, si no, con lo que se llama corrupción de Occidente?-, y que son estos valores -aunque formulados todavía en negativo- los que hay que mantener e incluso desarrollar a toda costa, pues el hondo agujero negro originado no es nada en comparación con el blanco bloque ultrapesado que el nihilismo mundial desearía originar y hacer caer sobre el planeta como una Nueva Edad Media del Espíritu. Por lo tanto, ni Nueva Edad Media, ni Fin del Mundo -dos posibilidades muy apreciadas por los partidarios y adoradores de lo Mismo, que no contemplan sino negativa y aterradoramente una tercera (el verdadero terror de los terroristas)-, sino lanzar la Flecha, estirar la Línea, intensificar el Juego, que es lo único en lo que se puede y se debe ser serio (¿cuál es, pues, el valor cierto e incluso la naturaleza genuina y auténtica de las imágenes de lo Uno bien distribuido y mejor reunido, o de todos los monoteístas abrazados en torno a lo que en verdad ya no es sino el más grande cadáver o el primero y más visible de los desaparecidos? ¿Acaso no se podría hallar detrás de ellas la fuerza de lo Diferente, o de lo que denominaríamos los polihumanos sin dios ni dioses en que vivir, en su propio vacío pero también por fin en su propio movimiento --sin causas últimas ni razones primeras, pero en el misterio de la vida, la afirmación, la creación y la abundancia?). *

       *El nihilismo es la práctica de la negación, la destrucción, la muerte y la nada en nombre -y aquí viene la teoría con sus incontables vueltas y revueltas, circular y concéntrica como ella sola: explicaciones, justificaciones, exculpaciones, comprensiones, modificaciones, alteraciones, complicaciones, tergiversaciones e interpretaciones sin cuento- de Dios, de la Verdad, de la Pureza, de la Identidad, de la Moral, de la Integridad, de la Salvación, de la Humanidad y, en último extremo -repetimos, en último-, de la Nada. El nihilismo, en fin, es la práctica de la Entidad hecha Nada, y de la Nada hecha Mundo.

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