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Los extremos se tocan

La extrema derecha y la extrema izquierda no se diferencian porque una sea de derechas y otra de izquierdas, sino que se parecen en que ambas odian la libertad y aman la tiranía: entiéndase, sienten una atracción irresistible por la libertad propia y la dictadura ajena y rechazan insuperablemente la libertad del otro y la dictadura sobre uno mismo. Por esta razón se la puede ver a una luchando contra la tiranía de la otra, pero nunca por la libertad de las derechas y las izquierdas: no hay una diferencia ideológica entre ambas, porque ideológicamente no hay nada, sino una semejanza política que les arrastra a converger ocasionalmente en la lucha contra la democracia, este sistema de libertad de todos y dictadura de ninguno amenazada por ambas. Porque los extremos se tocan: cada uno pretende ser tan único que no sólo elimina a los otros, también aniquila o anula a todos cuantos pueden dentro de su espacio decirse suyos: es decir, las derechas y las izquierdas son destrozadas por sus respectivos extremos. La mitología, iconografía y grafología del caudillo que se enfrenta al imperio forman parte de este destrozo de las izquierdas: las del caudillo que se opone a las hordas, del destrozo de las derechas. Los únicos hombres verdaderamente moderados son los libres, pero la moderación no la entienden cabalmente más que los tiranos. Se trata de los primeros en dedicarse a destruir su mítica, su lírica y su épica: cómica y grotesca caricatura que contrasta, como negro sobre blanco, con la figura bien dibujada y mejor formada del líder, del dirigente, del guía de pueblos y masas. Desde un césar hasta un fidel, desde un fidel hasta un próximo.

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