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Los intempestivos

En la variedad está el disgusto de los aburridos

La mentira es tan sesemejante a la verdad, que son la misma cosa: la manifestación más inconsciente de la necesidad de obedecer a un patrón, de seguir un modelo, de reaccionar a una identidad.

El destino es la fuerza de las cosas sobre uno, la libertad es uno sobre esta fuerza: cuando hablamos de destino parece que hablemos de esclavitud e inocencia, y cuando de libertad de responsabilidad y culpa; pero no es más que un juego de fuerzas, un equilibrio de poderes: unas veces uno puede nadar y otras la corriente es demasiado impetuosa para no ahogarlo. En este difícil ten con ten radica todo. De modo que podemos hablar de libertad y destino, pero no en el mismo momento ni en el mismo lugar. 

La única razón por la cual todas las personas son, a diferencia de las ideas, dignas de respeto es que las personas son susceptibles de ser lo que no son. En cambio las ideas, apartadas tantas veces del mero hecho de pensar, son siempre las mismas: muchas veces, meras estupideces y tonterías, a menudo criminales pero siempre idénticas a sí mismas. Es decir, suicidas de su supuesto pensador.

No hay duda de que amar es ser un poco niño, pero tampoco de que no amar es infinitamente peor.

La verdadera diferencia entre la democracia y la dictadura es que en la democracia la libertad no ha de ser únicamente la de los mismos tipos despreciables de siempre.

El suicido es un acontecimiento que en realidad no tiene nada que ver con la vida, sino más exactamente con el hombre: en cualquier caso hay que morir antes de estar muerto y vivir cuando ya lo puedes estar.

Hay hijos tontos que siempre tienen que matar al padre: y, lo que es peor, los hay tan tontos que además lo matan. Una fatalidad, afortunadamente en los exclusivos aunque extensos territorios de la tontería.

La cultura es a menudo un puro montaje de poder sobre la nada, pues lo que surge de la nada no es la vida sino el poder: de la vida, la vida, podríamos decir; pero, de la nada, el poder. Incluso contra la vida si es preciso.

La verdad de los racistas y los xenófobos es que son unos vagos que prefieren deslizarse por la pendiente sin fondo de la falta de respeto a los demás que ascender por la suave y delicada pero por lo mismo difícil colina del respeto a sí mismo.

La corrección política es el trato pacífico entre enemigos que retrasan la guerra a la que están llamados.