Blogia
http://FelipeValleZubicaray.blogia.com

La mentira

Es de lo que no hay

La mentira es lo que no hay, su manera de ser y de estar en el mundo es completamente diferente a todo lo que conocemos -en realidad reclama su propio ser y su propio estar, como si dijéramos un mundo nuevo, inconforme por lo demás con la existencia independiente y soberana del viejo, único y real-: como es sabido, la singularidad más acusada de la mentira es decirse la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, pues en otro caso no sería sino un relato, una novela y un cuento más, y su pretensión es muy distinta: su ambición es regir y coronar el mundo y sus ciencias, las que tratan de los hechos y los acontecimientos y de las palabras y los discursos que les dicen como la boca sigue al cuerpo y al cerebro -pero no sólo las ciencias, también los gobiernos-. He aquí lo que hay, pero la mentira es lo contrario y, sin embargo, su posibilidad de triunfar no está en ocupar el lugar de la verdad sino precisamente en implantar un lugar que no existe o no hay y en ser capaz de evitar que este lugar entre en contacto con el mundo, con los hechos y los acontecimientos, con la verdad, desde el cual pueda velar por sus intereses, que sin duda son los de todos y los de ninguno: este propósito no le resulta en absoluto difícil de realizar mientras la vida bajo la pérdida de valor que la misma mentira le inflinge no existe -la vida es tan extraña que mejor no tenerla en cuenta-, pero, en cuanto aparece -pues surge valerosamente por alguna parte: la extrañeza insiste, no es más que una cuestión de tiempo-, no le queda más protección que exhibir su propia corona y su propio reinado sobre la realidad. Es el momento en que hay que mentir más, es decir, marcar la mayor distancia con todo aquello que puede tocarse y comprobarse, pues en esta intangibilidad ha radicado siempre su fuerza: la mentira es lo que no hay, pero en su mundo es dios -es dios mismo- y no la puede matar la verdad sino tan sólo el cambio de dios en los relatos y las novelas y los cuentos, ni siquiera la muerte que dios lleve en su seno, pues cada mentira es en sí misma inmortal -carece de contacto con la vida y con la muerte: es otra cosa, casi la otra- y existe y vive en su propia historia en la que, como en toda historia, puede en efecto morir de la muerte que en verdad le corresponde: una muerte de novela, pura narración, pura palabra en la que le acontece todo lo que le puede acontecer: ser y no ser, estar y no estar -un puro acontecimiento, un hecho en sí, quizá la mayor novedad de la tierra-. Por este motivo creemos en la mentira y en su poder sobre todas las cosas: precisamente porque no tiene nada que ver con nada de lo que hay, una realidad por lo menos extraña y expuesta a cambios, sobresaltos y ceses, en la que la misma verdad varía de acuerdo a los nuevos contactos que le quepa establecer -quizá la verdad no es más que el resultado de este poder medirnos con el mundo- e incluso puede morir y desaparecer como consecuencia de su paso por nuestras manos y nuestras pruebas. La vida es lo que hay, pero lo que hay no es nada, y en este valor es inmutable y eterno -ni nace ni crece ni muere-, si la mentira triunfa de tal modo entre nosotros, que logra hacernos creer que es la verdad y su decirse es ya un decirla todos: si el valor máximo -es decir, la verdad, no la vida- es el de un ser siempre uno e idéntico, el lenguaje es lo único que cuenta, el lenguaje y el poder, la corona y el reino. La vida ya no tiene quien le diga, el cerebro y el cuerpo quedan a una inmensa distancia de una boca de la que no sale sino el nuevo mundo como más que una palabra y más que una cosa. La verdad es ya la misma vida de siempre y el mismo poder de nunca, pues lo otro en el poder y en la vida es de una vez por todas y para siempre la mentira que ha forzado y violentado a ambos: la que no es dios más que en su propio mundo triunfa sin embargo sobre una existencia sin más independencia ni soberanía que las de lo que no hay.