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La huelga del transporte

Todos excéntricos pero centrados

La izquierda y la derecha españolas de acuerdo, milagro en la patria común a todos: Madrid abastecido, los huelguistas detenidos a las afueras de la capital del Reino. Reina en la villa el orden, la libertad y el concierto: no hay Oposición, pero ¿quién la necesita desde que el Gobierno ejecuta su política? El centro geográfico y el político son idénticos y les pertenece con igual derecho a unos y otros, derechistas e izquierdosos, pero todos centrados en el deslizamiento hacia un mismo punto arbitrario y sin duda excéntrico. La huelga es un derecho recnocido legalmente y su ejercicio también, pero prácticamente limitado: la huelga de los transportistas no debe colapsar el tráfico de la nación, representado en el de la capital de todos, porque existe un tráfico superior a los demás, una circulación general, altruista y colectiva, un movimiento universal y desinteresado, y una huelga del transporte bien entendida y mejor practicada no ha de cortar más que su propio tráfico y, en definitiva, el camión no debe salir de su cochera. De este modo el ejercicio de un derecho no entrará jamás en colisión con el ejercicio de otro, porque la jerarquía está clara y, además, la carretera es para todos y no sólo para unos cuantos que esta vez no son, de toda la población, únicamente los automovilistas: el colapso es un problema que los médicos y cirujanos deben evitar, sobre todo después de que -vacilaciones de la presidencia de Gobierno ocupada por un tipo que ha de cargarse de razones para cargarse la huelga- sus jefes lo hayan permitido, cuando no propiciado por su falta de previsión de conflictos y riesgos de un futuro que ya es presente y aún no pasa. Todo tiene sus límites, en efecto, salvo al fin la estabilidad del Gobierno y la movilidad de la Nación con los camioneros como Dios manda, o sea, si no están en huelga circulando y si lo están parados y en su casa.