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Israel y Palestina

La caza humana

Lo que hay entre los israelíes y los palestinos no es la guerra, no exactamente, sino una como guerra, pero sin batallas, que el que se considera a sí mismo uno e idéntico arrastra hasta la aniquilación del otro y distinto. Y ¿quién no se considera allí, y no sólo allí, el hombre de la unidad y la identidad, el hombre y el pueblo? Todos se creen uno y el mismo, incluso el que se reclama el diferente frente a los demás lo hace en función de una fijeza, invariabilidad y pureza de los rasgos que atribuye a su ser, como si dijera yo soy diferente, yo soy el que es, luego el otro no es, el otro es no yo, porque no es idéntico a mí. Sabemos ya que no hay guerra justa, sino aquello que es justo la guerra y justo aquello que no lo es pero lo pretende: por ejemplo, la acción de matar al enemigo separada de la actividad de la guerra en la que se manifiesta con toda su crudeza, pero a la que no expresa en toda su intensidad, es justamente el asesinato, el crimen, la matanza (o la falta de valor que hay que llegar a tener para cobrarse la vida ajena sin apenas arriesgar la propia -o cambiar una por tantas-, lo que nos obligaría a pensar que este fenómeno guarda más relación con la caza, esta vez con la caza humana, que con la guerra propiamente dicha). En este sentido el horizonte que se cierne sobre israelíes y palestinos no es tanto la guerra, cuanto el continuar manipulando -y desvirtuando- esta guerra que no hay entre ellos al servicio de una voluntad de negación, destrucción y muerte del otro en nombre de la integridad del Estado y del pueblo de cada uno. Pero tal vez no sean los únicos sobre los que se cierne este futuro, pues vivimos una época en la que, si bien no hay aquello que es precisamente la guerra, justo aquello que no lo es a menudo se halla en lugar de la paz: esta como guerra tan única, específica y real como aquella, la guerra, que carece de copia verdadera y, sin embargo, rebosa de calcos más o menos logrados. En definitiva, y según la fórmula clásica, ni guerra ni paz sino todo lo contrario: o tengamos el odio en paz y no haya amor ni para la guerra.