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La función

Los patronos temen a los obreros, pero se defienden de ellos por medio de los sindicatos: en su elección entre la democracia o la dictadura quizá haya que agradecerles que se decanten por los sindicatos en vez de precipitarse a llamar a la policía. Quizá sea una decisión inteligente y juiciosa, porque en el fondo se teme a la revolución y ya se sabe que a veces la policía no sólo no es capaz de controlarla sino que incluso la provoca con una actuación a veces desproporcionada: no siempre se dispara al aire con acierto. En cambio los sindicatos son mucho menos escandalosos: se les puede criticar todo lo que se quiera por medio de la prensa, pero estas críticas pertenecen al mundo del espectáculo y en democracia no se las debe evitar en absoluto, porque contribuyen a la legitimación e incluso la brillantez de la farsa cuya única y entera verdad es que entre los patronos y los sindicalistas se fragüa toda una amistad a espaldas del público: unos y otros se hallan a partes iguales tan por encima del resto, que sin duda constituyen un seguro más o menos fuerte contra las más arraigadas insinuaciones del fascismo, pero tambien contra las más sordas y lejanas del que hasta ahora se consideraba su opuesto. Ni fascistas ni comunistas: representantes de los empresarios y de los obreros, que si no se dejan representar no importa mayormente. Quizá habría que acudir a la policía, porque estos tipos se resisten, en el fondo son iguales unos y otros, tienen tan pocas tablas que no se puede confiar en que mantengan el duro campo de batalla dentro de los claros y precisos limites del escenario en el que cada conflicto viene con su correspondiente regla y si no se le conoce solución no existe, porque ¿quién se aventura por los terrenos de lo desconocido? Los patronos y los sindicatos son conservadores, se aprecia en ellos el mismo horror al vacío: no hay luz fuera del túnel, que a pesar de todo es donde se conserva el calor mientras que al otro lado se abre el precipicio y reina el frío, pero ni unos ni mucho menos otros se plantean cualquier vacilación del sistema como una oportunidad para que surja otra cosa, ya que no se puede tratar de la misma. Patronal y sindicalistas forman parte de una representación que apenas se mantiene en pie apoyada sobre un público que deserta poco a poco y sin interrupción de los escenarios: tampoco se habría de dar mayor importancia al hecho de que al final no les eligieran para representarlos sino sus amigos y familiares, pues mientras haya un mecenas que les sufrage  los gastos por su interés y para su gusto la función se seguirá celebrando incluso ante la nada o el vacío dejado por unos espectadores que están ya en otra historia preparando quizá su propia actuación en solitario.

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