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No tener que pensar por tener ideas

No se critica a los políticos por ser de derechas o de izquierdas, es una clasificación que se considera lógica y natural; si acaso se les critica por carecer de esta cosa a la que se llama ideología y es tan curiosa como no tener que pensar por causa de tener más o menos ideas: de la libertad, de la justicia, de la verdad... En cambio se reprocha a los periodistas el que tengan unas ideas u otras, las de la derecha o las de la izquierda, como si se hallasen al margen de la sociedad y no surgiesen del mismo nicho que el resto: la simpatía e incluso la militancia en unos partidos o partes del sistema de poder establecido de representación de la totalidad. Pero ¿por qué habrían de ser diferentes a los políticos con los que se relacionan a diario?  En efecto, los periodistas han de ser distintos a los que se dejan arrastrar por las ideas de unos y otros, diferencia que también resultaría muy deseable en los políticos, porque, siendo con todo derecho de derechas o de izquierdas, su deber -del que no se debería hallar exenta la población en general- es ser independientes, veraces y honestos: de derechas o de izquierdas pero ellos. La lucha de la libertad de expresión es ante todo y sobre todo la lucha contra la servidumbre, la falsedad y la corrupción que, si se alzasen con el éxito, arrojarían al pueblo en brazos de la tiranía y la opresión. Si el periodista, de derechas o de izquierdas, renuncia a pensar por sí mismo incluso si se equivoca, ya no es un periodista de verdad: se trata sin más de una especie de político antidemocrático y antilberal. De derechas o de izquierdas pero autoritario y servil, partidista y manipulador, sectario y violento (si este conjunto tan a menudo de prejuicios e ignorancia asegurada al que se denomina ideología te impide emplear tu propia cabeza, no tienes más obligación que la de echarla al cubo de la basura: quizá no se haya hecho del todo para evitar pensar).

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