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Tomado por el libertador y el justiciero

La maldad es la esclavitud y no hay nada más que contar: el malo es el esclavizado por él mismo, esclavo de la necesidad o del deseo, el que vive bajo el poder de sus afectos, sometido a su afección, que le triunfa, le contagia su poder, dominado y por extensión dominante, del que puede decirse, y él lo sabe, que no está a su mejor altura, ni en su mejor momento, y su fin es justo y de justicia, pues mientras ha vivido ha hecho todo lo que ha querido: ha robado, matado, violado, incluso a veces ha sido visto con simpatía y hasta tomado por un héroe, un libertador y un justiciero. Porque él es el malo y, si puede engañar a todos, no puede hacer lo mismo en cambio con él propio: lo que les toca a todos, a él le ha tocado serlo él solo, en su espacio y en su tiempo. Mañana lo será otro, pero, mientras sea posible ser más alto o más bajo, desplazarse por este lugar sin arriba ni abajo porque unas veces estará encima y otras debajo en un territorio que no es más que él, su cuerpo, o quien sea, lo será como él, en la misma bajura, bajo el mismo poder. Porque el malo es el poderoso al que le proporciona su fuerza la maldad bajo la que cae y la que lo eleva a poder: una maldad que la puede provocar cualquier cosa, porque la esclavitud es extraordinariamente económica. El malo es tan potente como la esclavitud, la esclavitud como la enfermedad, y la enfermedad como el dolor, el sufrimiento y la muerte que sea capaz de originar. El bueno puede caer enfermo, dolido, esclavo, incluso muerto, pero no es su forma de activar sus potencias, no asciende de este modo al poder que también podría ser el suyo, la situación no le afecta de igual manera, la resiste, y aguanta: la lucha continúa, el carácter no cambia, las mutaciones ya han ocurrido. Es noble, es libre, es fuerte, es sano: mejor estar sobre sí, en la medida que sea posible, en este poder e incluso sin vida que vivo y transido de poder bajo su ser, que es idéntico al de todos pero con la singularidad de que, en él, es el que manda de modo único y absoluto como si por encima  de él no existiera nada, un cuerpo en sí mismo, sangre vuelta alma, uno bajo su piel y no otro sobre su nervio. Porque el malo ha hecho de la esclavitud a su voluntad o sus pasiones un modo de vivir y de poder, una manera de ser que quizá no son maneras.

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