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Un tipo verdadero

La verdad es lo que quiere el poder, lo que el poder produce: el hijo de una violación cometida sobre cualquiera unas veces por medio de la fuerza y otras de la persuasión, pero más a menudo por una mezcla de ambas. La violación es forzada, aunque sería preferible que parecise un acto de amor y entrega de la víctima, pero el parto es voluntario, pues debe parecer que el nacido no tiene ninguna relación con el violador sino en todo caso con el amante de la verdad o, aún mejor, con nadie: la verdad es el hijo del poder que debe asemejarse a una criatura del espíritu puro, es decir, de un padre fantasma, como un ser no creado por nadie. Al contrario, la verdad debe mostrarse a los hombres como la luz que les guía y el cielo que les ilumina. ¿Quién creería en una verdad incluso engendrada por un acto libre amoroso? La verdad es la criatura surgida del que fuerza las cosas y de la fuerza que emplea extrae la verdad que no es más que lo que él desea: un valor como caído del cielo, una forma aparentemente autogenerada, una respuesta al parecer natural de los acontecimientos, que sin embargo no es más que un efecto, quizás el más notable de todos, de la más disimulada e increíble de las causas. El poder, el poder que cae sobre cualquiera y lo convierte en un tipo unas veces de lo más positivo y otras de lo más negativo, a partir de lo cual ya no le resultará nada fácil reconocerse e identificarse a sí mismo porque ya es un tipo verdadero, un verdadero criminal o un verdadero santo. Pero ¿de qué puede quejarse si ya no es cualquiera, ni blanco ni negro ni de otro color? Ya si no es blanco es negro, y si no es negro es blanco, y si es de otro color no importa a nadie, ni siquiera si todos descubren que la verdad es una mentira o un error, una equivocación o un engaño, pero no una creación muy precisa del poder. Porque ¿cuál es la verdad, la verdad de los hechos, la verdad verdadera?  La verdad de verdad es que no hay caso para la verdad, pero el problema es que hay poder, y el poder quiere unos hechos -causales- y un sujeto al que atribuirle la causa en un mundo lineal, dual y contradictorio: no debe haber fugas en la vida, sino apresamiento por el poder sobre una vida que hace aguas por todas partes, incluso por las más próximas y cercanas. El amor a la verdad que el poder mantiene es precisamente el que lo delata: un amor violento que crea tanto como mata, pues acompaña todos los pasos de la vida y su proceso: el de la seducción, la conquista, la penetración, el embarazo, el parto y el desarrollo que deberían ser lo que son y no son sin embargo más que su sombra y el abismo que encierran. Más que búsqueda, tensión, investigación, descubrimiento, tendencia, hallazgo o relevación, lo que hay es creación de la verdad a través de un poderoso amor que es demasiado a menudo puro y duro forzamiento de los cuerpos con poder de concebir pero sin facultad de elegir, desear y rechazar.

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