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La vida de los otros

La cultura y la política son dos realidades diversas que no pueden tratarse de igual a igual (no hay paralelismo), una de las dos ha de someter a la otra (previo pago, por supuesto), pues nadie vive en paralelo en un sistema vertical y ya sabemos quién está arriba y quién abajo: la cultura ha de ponerse al servicio -político- del poder, el arte ha de hacerlo al servicio -sexual- de la política. La política también es sexo, el arte es también política --dinero, fama, poder (incluso sustento, trabajo, supervivencia: pero la supervivencia tiene mucho más de súper de lo que imaginamos). La política establece quién triunfa, incluso quién come, pero también quién puede: el que corrompe su arte, el que prostituye su alma, el que somete su actividad (en último caso, el que no afila su pluma). El sexo es el elemento que los relaciona a ambos, la política toma sexo del arte, el arte da sexo a la política: el poder goza, la cultura brilla. Quien no es crítico es puta (de una u otra manera), pero quien no es puta no es nada (ni siquiera sexual): está reducido a su vida íntima. Ser virgen y mártir no es difícil, pero ¿cómo ser crítico y continuar vivo?  La política crea y enriquece, pero también empobrece y destruye: da poder y proporciona impotencia (es absolutamente productiva). ¿Cómo escapar de este dilema? Pero la disyuntiva no es tan perfecta, pues al fin y al cabo la puta no condena a nadie (salvo a sí misma, ya que no es tan artista como parece) y además el cabrón (la policía al servicio de la dictadura) salva a los demás (tampoco él es, al menos tanto, lo que parece): el sistema es piramidal (oriental, egipcio, universal, faraónico, espléndido), pero una sola piedra que cae derriba el muro. El policía traiciona a su jefe, el escritor denuncia a su ministro: los dos tuvieron un día un ideal y un régimen que lo realizaba en sus primeros pasos, pero también en sus últimas voluntades. La pirámide cae desde dentro, una simple grieta la desmorona como un castillo de naipes. La vida de los otros nos marca más de la cuenta. 

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