Blogia
http://FelipeValleZubicaray.blogia.com

Matados y matadores al mismo tiempo

Realmente en este juego no hay árbitro, sino patadas en la espinilla y más arriba si es preciso: esta acción no sancionada por nadie -aún menos por los jugadores, los verdaderos encargados de velar por la suerte y la naturaleza del juego- dice muy a las claras quiénes son en parte los jugadores, es decir, los derrotados que -no jugando nada- quieren llevarse consigo el juego, pues lo único que desean es ganar a costa incluso de los triunfadores --es la lucha y no el juego lo que están pidiendo a gritos: es decir, la guerra y la aniquilación sobre la cual vuelve una paz que merece su nombre. Una paz sin árbitro, pues también él es del equipo de los matados al tiempo que matadores, pero con auténticos jugadores, los que saben guerrear y aniquilar mejor que nadie, es decir, los que ganan la guerra a la que unos cuantos les obligan y la paz que están obligados a devolver a todos --porque no es paz una situación dominada por las patadas en los testículos y más abajo si es necesario. Es una lección -la que proporcionan los que no saben ganar ni perder, jugar ni luchar- que el pueblo aprende demasiado bien y los poderosos aprovechan todavía mejor: antes -por ejemplo- de que la justicia diga quién es inocente y quién culpable -e incluso después-, el pueblo ya le ha salvado o condenado según le ame u odie, le tenga por amigo o por enemigo. El pueblo ha caído tan bajo, que ya es absolutamente necesario hablar de los de arriba y los de abajo: los de abajo son los que están donde están por haberse dejado caer empujados por los de arriba, que a su vez están donde están no por haberse elevado sino por haber hecho caer a los otros. Evidentemente, caer es más fácil que levantarse, derribar a los demás más sencillo que alzarlos. El pueblo ha caído y no hay quien quiera levantarlo, ya no juega con nadie, pero es que nadie quiere jugar con él, nadie pretende ni que juegue ni que luche: está más abajo que nunca, es ya el de abajo a expensas del que está arriba, que es ya el de arriba --y empujando. Porque el arte no es de unos pocos, sino de todos, pero de todos mientras están levantados o para alzarlos: un arte de unos pocos -o una política, una economía, una cultura- es el efecto de una operación de derribo para la que hay demasiadas facilidades, mucho cansancio y muy poca vergüenza. Paradójicamente, los de arriba han caído muy abajo para estar como están: sentados --pues no queda nadie en pie. Unos en el sillón y otros en el suelo... pero -ay- entre otros movimientos.

0 comentarios