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Todos libres pero no todos potentes

En la libertad de unos y otros, en la libertad de todos, no hay límite para la libertad: la libertad del vil es su vileza (cuando la alcanza, es decir, cuando por fin la manifiesta, es libre: ha tenido valor) en la que no tiene límite, porque su comienzo es él, que es el que es y no es otro. El vil o es esclavo o es libre: si es esclavo (es decir, si no llega a ser) está fuera de la libertad y quizá la libertad de todos no puede permitírselo (su ley es la de todos, aunque quizá sea más la de unos que la de otros: en cualquier caso, no puede tolerar la esclavitud), y si es libre es vil (ha llegado a ser) y su valor ha quedado demostrado (la libertad de todos ya puede dormir tranquila, nadie le puede acusar de nada, cuanto más dormida tanto más segura). ¿Quién quiere cambiar?, ¿quién quiere dejar de ser? Yo soy el que es: es el lenguaje de nuestra cultura. El vil nunca falla en carecer de límite y, en general, nunca falla: ignora el error (el desacierto), razón por la cual no rectifica, no corrige el tiro (el caso es disparar), no solicita el perdón: lo suyo es la contumacia en la libertad, que es la libertad contra los otros. Esencialmente, la libertad del vil es la esclavitud del noble, que comienza en faltarle al respeto como paso previo a faltas quizá más graves, y en esta falta (que es falta a la verdad) es y está la naturaleza de su libertad (podemos hablar sobre la libertad en abstracto, pero no podemos abstraer que es la libertad de unos y otros). La libertad del que, por abreviar, llamamos vil, que es siempre la misma desde el principio hasta el final (ilimitada como toda fuerza, que no limita más que con la otra) tiene mucho éxito no sólo entre el pueblo: también entre sus tribunos. Lógicamente, el vil debe ser libre, lo que no debe ser es que su libertad tenga poder en vez de impotencia. La ley de la libertad de todos es todavía la de uno, no la de otro: de este modo la libertad del vil es la impotencia del noble, porque es en él en donde está el poder. No está en juego la libertad, lo que siempre está jugándose es la impotencia: la libertad de todos tiene que elegir entre unos u otros impotentes.

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