Blogia
http://FelipeValleZubicaray.blogia.com

Difiere

Es justo reconocerlo: el sistema no te ha apresado por pensar -quizá precisamente por no hacerlo-, sino por matar: en cualquier caso, te han apresado porque te han pillado -¿o acaso no son lo mismo?-, tú te has dejado apresar y, sin embargo, no lo querías. Si no lo hubieras hecho, es decir, si no te hubieras dejado -naturalmente, sin que tú lo quisieras: ellos no son tontos-, hoy seguirías libre y matando; pero, como tú mismo has dicho, mataste, te apresaron, pagaste, y ya está -he ahí todo o casi-: fuiste quien fuiste y -justo es reconocerlo- hoy eres quien eres, aunque apenas te dejen ser de ningún modo. Quiere -nuestro sistema- que seas hoy el que fuiste ayer, pero -aunque afirmas lo hecho y lo reconoces- no es posible -y por la cuenta que te tiene no debe serlo-: tampoco parece que este extremo importe mucho, pues si no estás a punto de dejar de ser al menos estás a punto de vivir entre todos nosotros -un nosotros distinto al que tú conocieras-, en este mundo en el que unos y otros te condenan a dejar de ser el que eres para que sigas siendo el que fuiste -es decir, para que no seas-, pues creen que eres el mismo de siempre y, aunque te tienen preso y suicidándote, no has cambiado y, si por azar u otras oscuras razones lo hubieras hecho -y no necesariamente por efecto de la culpa y de la pena-, tanto peor para ti, pues cambiado no te quieren, parece ser que no les sirves, quizá no le vales a nadie: tu identidad, como la de todos, ha sido decretada de una vez por todas y para siempre. Seas hoy quien seas, representas lo mismo de ayer y quizá -atención- de mañana, mientras la representación, aunque caída, no ha cesado de actuar en ningún momento: tú mismo, que hoy estás en su umbral, formaste parte de ella, no sé si con acierto. Comprendo que no hayas podido elegir mucho en la vida y te niegues a seguir viviendo en estas condiciones, pero morirte ahora sería tu segunda y definitiva derrota: la primera fue matar como lo hiciste. Unos y otros te condujeron en la medida que quieras a la muerte, pero tú aún no te has conducido nunca a ti mismo, que es -no lo dudes- caminar con dirección a la vida: la autodeterminación, como ya habrás adivinado, no conoce otro destino. Vive, en cualquier caso, porque te queda toda la libertad por delante, y si ahora murieses, dejarías pendiente para siempre, por una vez siquiera, ser dueño y señor de ti mismo, que no es poco -ni para uno ni para su pueblo- ni siquiera relativamente. Como sabes, no hay independencia entre los esclavos de las circunstancias, no hay soberanía entre los hechos -y deshechos- por los otros, sean propios o ajenos: pero hay, puede haber, resistencia (resistencia al arrastre, entre otras). Has de vivir, no por nada, sino porque no te juegas tan sólo la vida sino mucho más exactamente el quién que incluso sin vida serías: ¿qué imagen dejarías al otro lado de las sombras? Difiere, por una vez al menos difiere o hazlo ya de una vez por todas y como nunca: empieza ya y come, bebe, sonríe. ¿Me entiendes? No me malinterpretes, pues la lucha continúa de otro modo y la victoria no es otra cosa que tú: al fin y al cabo no hay más que lo que lees, y ya nada será igual en adelante. Te traigo buenas noticias, pero no esperes nada, porque no te las podrás dar más que tú solo. Hay más ellos de los que un día creyeras, pero -aunque en cierto modo resulte increíble- tú no hay más que uno y eres tú quien te la juegas: ser otro quizá no es mejor que ser uno mismo -unos te dirán que esta identidad conserva y asegura tu superioridad y en cambio otros que revela y delata tu inferioridad-, pero no hay duda de que es bastante diferente. La libertad quizá no es más que este poder de diferir de todos y de todo y el caso es ser distinto, comiendo o sin comer: inesperado, sorprendente, imprevisible o escurridizo como el pez.

0 comentarios