Blogia
http://FelipeValleZubicaray.blogia.com

Tenemos un problema, tenemos un poder

Donde hay un poder no hay un problema --empieza a haber uno donde otro empieza a dejar de haber: una porquería de televisión, una mierda de gobierno, una bosta de empresa no empiezan a ser otra cosa de lo que son -y hay que empezar por el culo- hasta que entienden que ya no pueden funcionar con el mismo éxito con que lo hacían. Porque todos somos una empresa, un gobierno y una televisión: es decir, una fuerza en sí misma neutra, como a la espera de descubrir y desarrollar su potencial desconocido, pero ¿cómo encontrar su combustible en lo más bajo? ¿Cómo conducir nuestro poder hasta donde más puede con el material de lo más vil? Ciertamente, nuestra máquina funciona con cualquier cosa, cualquier producto le vale, incluso los desechos, los detritus que todo lo ensucian y hasta estropean, pero ¿cuál es la transformación que sufrimos cuando nos alimentamos con lo malo y, a veces, con lo peor? La respuesta parece obvia y, sin embargo, la máquina continúa funcionando como el primer día: parece indemne a su funcionamiento, una nueva energía genera una nueva producción con la facilidad y rapidez con que generaba la otra. Hay que buscar una nueva energía más limpia y económica, pero no nos deshacemos de la vieja mientras sigue produciendo como la única o por lo menos la más conocida: hemos hallado nuestra gasolina, por ejemplo, en las listas negras y las blancas -traducidas del color dan los malos y los buenos-, en nosotros los inocentes y todos los demás culpables -víctimas los unos y verdugos los otros: los que nosotros mismos hemos creado-, y con estos y otros elementos de parecido olor a excreción corremos que nos matamos, pues la verdad es que no tenemos tiempo para detenernos. Si nos paramos y lanzamos una mirada atrás, sobre nosotros mismos, sobre cómo vamos, no sólo a dónde lo hacemos (posiblemente a la mierda), quizá comprendemos que hay que buscar petroleo en otra parte o, simplemente, un petroleo otro. El líquido que consumimos no es lo que parece: somos los huérfanos de una civilización judeocristiana que convirtió ciertos malentendidos sobre el poder grecorromano -nosotros y ellos, ellos y nosotros: hubo un tiempo en que no empezábamos cagándola- en la energía de una maquinaria que está por ver si tiene problemas o, mejor dicho, si es un problema para sí misma. Por nuestros problemas nos conocerán, igual que por nuestros poderes, los que hemos asumido y los que abandonamos: pero ¿cómo empezó a dejar de haber un problema, y empezó a haber un poder, precisamente en la porquería? Nos traemos entre manos un asunto de puercos: ya no es solamente que tengamos las manos manchadas. Es el animal que cebamos con nuestra carne, la grasa con que hacemos que funcione nuestra máquina --afortunadamente, los sabojates no han cesado desde entonces, aunque parecemos condenados a una lucha de guerrillas.

0 comentarios