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La política es una guerra civil

Para hablar mal y pronto, unos quieren engañar y otros ser engañados y no hay pareja mejor: cada pelea termina en un arreglo y cada areglo, en una pelea. La república funciona mientras funciona la relación: con altibajos, sí, es cierto, pero sin rupturas. Un claroscuro no perjudica a la situación, la anima un poco, incluso le hace parecer cierta y real. Unos y otros pueden creer lo que dicen, pensar incluso no sólo que lo suyo, su palabra, su discurso, su oración, no es mentira sino además que existe, pues la necesidad es mucha. Pero no importa la verdad o la existencia de la cosa, su realidad o su ser: el caso es que todos estén contentos, satisfechos, poderosos, cada cual a su modo y manera y en su lugar, pero todos unidos por esta cuerda de cuyos extremos ambos tiran y mantienen tensa y como si dijéramos viva. Lo esencial es engañar y engañarse y no perder la confianza: unos por lo que es evidente y otros por no afrontar más bien sus problemas. Unos quieren poder y otros ser podidos, pero no por uno cualquiera sino nada menos que por el que representa, engaña, finge el poder: ¡ay es nada tener una relación como de tú a tú, y a veces incluso sin el como, con los poderosos, los que lo son o al menos lo parecen| ¿Que es mentira, que incluso es puro inexistir? ¡Qué remedio, en fin, que haya tontos y listos, víctimas y verdugos, gobernados y gobernantes| Pero no es demasiado difícil conservar pese a todo una relación ciega y sorda de esta naturaleza, porque la política es una guerra civil en la que, si bien está prohibido liarse a patadas y puñetazos, es obligado que cada palabra sea un disparo dirigido a provocar en el adversario la muerte civil, una especie de congelación de la sangre en las venas pero sin derramar ni una gota, un pacifismo sanguinario, estúpido y cruel, un verbalismo idiota y atroz, un parlamentarismo necio y asesino para el que el otro, el diferente, es por principio no sólo un enemigo sino sobre todo un apestado que no merece sino el silencio, el rechazo y la exclusión: no, por favor, la muerte, la violenta, qué tremenda confusión, qué  irresponsable error, tan sólo no dirigirle la palabra, es decir, no gastar una bala más con este mono de feria del pim, pam. pum,  todo en blanco, claro, por dios. Aquí, en vez de representantes y representados, bobos y despabilidados, hay dirigentes y ex dirigentes desaparecidos en línea con el desenlace natural y lógico de la democracia convertida en demagogia: la tiranía por lo legal, lo político y lo social. La política es una guerra civil más oscura que la guerra, en fin.

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