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Señorías elijan: su sangre o la de sus reos

Los políticos quieren ser libres, pero los jueces no quieren ser esclavos: conflicto. Conflicto entre los jueces y los políticos en los intestinos del Estado: ¿quién será libre y quién esclavo? O bien: ¿quién será esclavo de quién? La esclavitud está prohibida y es mala, los políticos no quieren ser juzgados y los jueces quieren seguir siendo jueces incluso sin condenar a todo aquel al que deban: les basta con que les respeten los políticos, como sin duda lo hacen ellos. Si han de salvar al presidente lo salvan, pero que les respeten -aunque no les admiren-, pues ya son mayorcitos y saben hacer su trabajo por sí solos. Pero el temor a la justicia es profundo y está muy arraigado: el poder quiere hacer lo que le dé la gana y no hallarse sometido ni siquiera a la ley que él mismo ha creado. La ley, para los demás, según y como, y la injusticia, para nosotros, aunque no necesariamente para todos: todo depende Para qué la justicia -esta esclavizadora- si en la calle, y en los medios, ya funciona el linchamiento. Alguien sobra aquí y no son desde luego los poderosos. El pueblo no quiere justicia, quiere sangre: los jueces tendrán que elegir entre la suya o la de sus reos. A veces la democracia es en efecto el régimen de la satisfacción de los deseos del pueblo... y de los deseos de autosatisfacción de sus caudillos. Mejor dicho, de sus libertadores. La última y quizá definitiva moral popular dice de este modo: es bueno el que y lo que me beneficia y malo el que y lo que me perjudica. Es bueno el pan y malo pensar. Y votaré a los buenos.

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