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El cementerio o una cuestión de orden

Los muertos deben reposar en el cementerio, la tranquilidad de sus familiares lo demanda, pues no pueden andar por ahí tirados en cunetas y descampados como si les fuera indiferente deambular perdidos sin regresar al anochecer a casa, es cierto que en esta tierra redonda e ilimitada como muy pocas hemos llegado demasiado lejos y ya es hora de que las aguas vuelvan a su cauce, volvamos por tanto nosotros los primeros allá hasta donde sea necesario en el tiempo, los alrededores de los pueblos están demasiado animados incluso para ánimas que no son las nuestras, los muertos salen por la noche a perturbar el sueño de los vivos, sus fantasmas apenas dejan descansar a los mortales, no hay paz en los hogares porque el caos aún dura y la ley no ha resuelto todavía la cuestión del poder de la guerra, la revolución es cosa que una vez más hacen como siempre los cadáveres, unos tipos que caen donde pueden y no saben alzarse y acudir donde debieran, estar quietos y mudos como y donde les corresponde, no unos en el norte y otros en el sur, danzando una parte en aquel baile de huesos y la otra en aquel otro de calaveras, ambos igualmente ruidosos, humorísticos y fantásticos, los vivos quieren tenerlos a mano, al lado mismo de sus casas, donde puedan hablar con ellos cada día después de asignar a cada uno su propio espacio, una propiedad como de un par de metros cuadrados nos aguarda a todos al final del camino, incluso a las almas que ascienden a los cielos, no sólo a los espectros a los que no les queda más que el barro, el orden finalmente manda, las cosas han de estar cada cual en su sitio, hay un lugar para los vivos y otro para los muertos, de hecho el que no vuelve con la noche al nicho en que descansa es sospechoso, adquiere el dudoso estatus de desaparecido y vuela entre unos y otros como un pájaro de otros cielos y tierras, el cementerio es la casa de todos los muertos como la casa es el lugar en que debieran haber fallecido nuestros antepasados a ser posible de viejos o naturalmente, qué mejor tumba que el campo abierto y la luz de las estrellas sobre el blanco osario.

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