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Un oficio más viejo que el de la prostitución

La esclava, la mujer esclava y dependiente, ni te ama ni te admira ni te respeta: te miente, te engaña y te traiciona siempre --no te es fiel, porque no tiene a nadie a quien serlo: ella es su única fe, la razón absoluta del simulacro que es ella misma, lo único que existe y debe existir y por los medios que sea, que son siempre el mismo, uno cualquiera y ningún otro: el poder es lo primero y lo primero en el poder es poder vivir y, en el poder vivir, vivir de otro cuando uno no puede o no quiere de lo suyo, para lo que es absolutamente imprescindible apoderarse de él, ganar su confianza, su estima y su descuido. Pero ¿quién es la esclava? No la que tú hiciste a la fuerza, pues en este caso ya sabes lo que te espera (vigilar tus espaldas, controlar tu miedo, velar su odio y cuidar su rabia), sino la que es o la que lo parece, que en ambos casos es la misma: la que es y parece lo contrario, una mujer libre e independiente que ama lo que elige y lo que desprecia lo rechaza porque no le vale para su vida, no le sirve de nada, pues detestando lo que elige y aceptando lo que rechaza no sería ella misma sino negada, invertida y trastornada: andaría de cabeza, pensaría con los pies y no daría la cara --tampoco resultaría difícil adelantar cuál sería su futura figura, mejor dicho, su última desvirtuación, su desnaturalización extrema: sin duda habría de arreglárselas con muy poco y ser muy lista, muy osada, capaz de hacer ver blanco lo negro y lo blanco coloreado. La esclava ofrece sumisión a cambio de nada: soy tu esclava, te obedeceré y haré todo lo que tú me ordenes, incluso lo que desees, y serás mi señor (que no lo eres, sino el tirano esclavizado de sí mismo del que me aprovecharé), pero ya sabes que soy honesta, no te confundas, si tú eres un señor yo debo ser una señora, tú mi rey y yo tu reina, la única si el señor de este modo lo prefiere, porque tú eres el único señor que para mí existe, ya que señor no hay más que uno y todo lo demás es nada: ellas unas desgraciadas prostitutas y ellos sus desdichados clientes, y toda su riqueza una indecencia y una ruina. Mi beneficio es tu servicio, la felicidad que te proporcionaré es mi única recompensa, tu placer y tu gozo mi regalo, tu satisfacción la mía: sin ti no soy nada, pero contigo llego a ser la que soy, la misma. Seré dichosa en tu atención y tu cuidado, tus días serán largos y los míos plenos y además, en cierto modo, soy lo más económico que un hombre puede hallar en este mundo de mujeres sin moral y hombres sin suerte y hasta un ejemplo para las más desafortunadas de entre las hembras de machos sin idea. ¿Por qué hay esclavos? La esclavitud es un oficio (más viejo incluso que el de la prostitución) sacado prácticamente de la nada y caracterizado por ser una copia de lo que no es original en absoluto: asemejar, representar, simular una libertad que en realidad no sigue una pauta y una identidad que en verdad no tiene un modelo. Ser libre, desear lo que elegimos y rechazar lo que no queremos: ser quienes somos (declaración de principios: la libertad en la mujer no es para el hombre un problema, sino al contrario: es no ya la mejor sino la única solución. Los problemas entre el hombre y la mujer son más bien los del acoplamiento).

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