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Última carta de Pomponio Flato a Fabio Rosa Rosae

"Fabio, amigo, he vuelto a Galilea, de la que ya no salgo, y ya me he curado de mis males del ano, que, como tú no ignoras, contraje a consecuencia de la búsqueda de la verdad a la que hasta ayer consagré mis días. Pero hasta ayer, te digo, porque hoy ya no soy filósofo: Jesús, que ya no es un niño, me ha salvado, aunque no veo su dulce y agraciada persona con la incredulidad, propia del que fuera mi a menudo poco recompensado oficio y hasta a veces mi ocio lamentable, con que la malveía antes, cuando era casi ciego. José ha muerto de viejo y María está bellísima, ahora es como mi madre adoptiva, pero como más joven e incluso más aérea que la que me trajera un día ya bastante lejano a esta tierra de lágrimas y apenas una que otra alegría de Pascuas a Ramos. Fabio, ven presto a mi lado a ingresar junto a mí en la casa del Padre. Roma perece, víctima de sus muchos abusos y pecados, y solamente barrunto su difícil supervivencia en el aún existir, si es que no ha sido recipendario de un levantisco cantazo típico de este país de rebeldes con causa, de un tal Constan Tino de Teo, un tribuno que, por Júpiter difunto, anda por estos divinos pagos  y quizá halle la luz como yo, pobre diablo, la he hallado entre estas buenas gentes a las que juzgué erróneamente, el omnipotente y compasivo Jehová me perdone, porque a mí me resulta complicado, bárbaras e incluso analfabetas, cuando no simplemente estúpidas y atravesadas. Jesús ya no es un niño, como digo, y tengo para mí que, incluso como hombre y, como los hombres todos, hasta ayer mismo mortales, efímeros, perecederos y caducos, su vida será larga y fructífera, sobre todo para nosotros los cosmopolitas ciudadanos educados entre Platón, Aristóteles y aun Heráclito, pues en contra de la opinión del Oscuro he comprobado que sí es posible bañarse dos veces con el Bautista. Él, me refiero al Mesías y no al profeta acuático, me ha enseñado la nueva religión del Imperio, que Dios no hay más que uno y el Emperador es su vasallo, pues ha penetrado en mí la fe, para serte más exacto lo ha hecho en mi alma ingenua y y a fecha de hoy infantil, tierna y aún no formada, no lo niego, con la fuerza del chorro con que antes salía despedido de mi cuerpo, ora por vía rectal, ora por la bucal, la orejil y la nasal, y otras si por intervención de la divina Providencia las hubiere, que nunca se sabe cómo acabará el rosario, el flujo que me revolvía hasta el cerebro. Te extrañará esta carta, Fabio, ex querido, pero es que desde la última vez que, aún enfermo a causa de unas aguas que tomé del río que los ahora mis hermanos, con el mencionado y acaso parmenideo Juan a la cabeza, dicen el Jordán o parecido, me caí del caballo, aunque no a las distancias imperiales a que antes acostumbraba a causa de mis insuperables aunque ya gracias a Dios, bendito sea, casi superadas bufas, soy un hombre nuevo y, aunque aún romano y de la orden ecuestre, ahora mi nombre es Paulo y soy puro y casto, aunque, como descubrirás si aguzas el ojo y el oído, aún un poco mariposón y poetastro, qué le vamos a hacer, son muchos años pasados en la vieja y decadente Roma en cuyas libérrimas academias nos habituaron a apreciar, dependiendo de la oportunidad, las necesidades y una falta de prejuicios al respecto que hoy considero insólita e inaudita, aunque, el vicio es grande, no me atrevo a criticar aún abiertamente, tanto la carne como el pescado. Pero ya no me tiro pedos, ni antes ni después se me toma por culo, y nadie me llama aún imbécil ni, lo que es peor, intelectual ni sabio. Ay, Fabio, acude a mi lado a declinar el Verbo, acude presto a olvidar el pasado y compartir juntos los dos una vida verdaderamente renovada y, espero que con el tiempo, católica, apostólica y por supuesto romana."

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