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Los últimos no ciudadanos de Europa

Las putas no son unas esclavas, las putas no son unas explotadas: la prostitución es una actividad libre despreciada por los curas antiguos y los modernos (progresistas, feministas, igualitaristas) que pretenden redimir y salvar a sus practicantes a los que no pueden ni oír sin que dejen sin embargo de condenarlos a la marginación, la ilegalidad y la falta de ciudadanía, por esta desatención y en realidad esta manía tan suya. Las putas son los últimos no ciudadanos de nuestros países sobre los que caen todos los temores y las antipatías de quienes velan por el bien de los demás sin que los demás les den vela mucho menos en su propio entierro político y moral, cívico y social, económico y ético: las putas son al mismo tiempo la prueba de fuego de los sacerdotes religiosos y laicos que nos influyen y nos gobiernan, la medida de lo que aún queda en sus personas de mendacidad, insuficiencia y anacronismo, pero también de esfuerzo por conservar su posición, su autoritarismo y su prepotencia. Las putas son unas mujeres libres a las que nadie reconoce su libertad aunque todos la afean, las putas son mujeres y las mujeres no son putas y nadie lo recuerda: las putas son los verdaderos infrahombres de nuestras sociedades a los que nadie identifica ni como libres ni siquiera como mujeres. Los grupos e individuos que nos dominan son unos cobardes con más miedo a perder el poco poder que tienen que a ganarse el mucho respeto, la entera libertad y la misma vida que les falta: que hablen las putas y callen los políticos y sus esclavos y sus explotados, que ya han cobrado bastante, pues si los unos siguen hablando de su lucha contra la esclavitud y la explotación que achacan a la prostitución las otras pueden desaparecer de pronto de nuestras ciudades a causa de un golpe mortal de risa: de este modo la ideología, que da broma, solucionaría por fin algún problema. 

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