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Los buenos van al cielo y los malos a Guantánamo

Los buenos van al cielo y los malos a Guantánamo: una venganza divina les alcanza, una justicia religiosa cae sobre su maldad, que es la maldad de maldades, madre de todas las batallas. Han atacado al Señor, pero el Señor ha sobrevivido al ataque y ha vuelto de entre los escombros y fantasmas de su casa para castigar a los autores de semejante crueldad: ¿acaso no está justificado? Si no le sobra razón, al menos no le falta rabia: santa es la ira de la bondad, bendita es la furia de la inocencia. Pero no confundáis a unos con otros: los buenos son los carceleros y los malos los encarcelados, es básicamente una cuestión de espacios y de ocupación de los terrenos. Y si los malos han mostrado más negra que nunca  toda su oscuridad, los buenos han enseñado con más claridad que siempre su luz: blancos como nunca, he ahí los buenos buenos, que envían directamente y sin intermediarios -como si dijéramos de una patada: ya hablábamos de la colera de Dios- a los malos a la cárcel del Señor. Los buenos son siempre los mismos y los malos los otros: unos son ángeles y otros bestias; los dos tienen apariencia humana, pero son distintos: remiten a naturalezas opuestas, una celeste y otra infernal en lucha soterrada y eterna que a veces aflora y halla su día y hora. Y, sin embargo, es la burguesía la que entonces aparece descarada y desnuda, desvergonzada y desinhibida: tal es su blancura, al menos la de su alma, que prescinde con los malvados hasta de gastar jueces, abogados y fiscales, pues va a lo esencial: policías, guardianes, carceleros que velan por el más estrcto cumplimiento de la sagrada pena de la prisión que es anterior a la justicia e incluso es precivilización. La tortura es la cárcel, la cárcel -con sus grilletes y sus capuchas- es la humillación frente a la cual la pena de muerte sería una liberación de tanta esclavitud sufrida, de tanta humanidad soportada --pero es que la cárcel es el sistema que puede permitirse el lujo de prescindir de sus representantes para ir al grano: la cuestión es ahora no perder el tiempo, una dimensión en estrecha relación con el espacio. El tiempo es oro, el espacio es cárcel que lo aquilata.

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