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Lo que no está en venta

La España del siglo XXI es una sociedad que no está unida y amigada en la lucha por la independencia y la libertad, sino dividida y enfrentada en la lucha por el poder: el poder está tan por encima de todo, que ya no hay más que partidas -empresas, organizaciones, entidades, grupos- en esta lucha de todos contra todos que arrastra a los particulares de uno en uno y todos a la vez a no ser sino simples partículas de estas agrupaciones en las que rigen las leyes de la guerra -los míos y los tuyos, los unos y los otros- a los que acecha desde el interior más profundo de sus cédulas el fanatismo, no siempre criminal pero nunca saludable y benéfico (el fanático es el que pierde la vista, la razón e incluso la vida por defender al amigo y atacar al enemigo, es decir, por defenderse a sí mismo -siempre en precario- atacando al otro en tanto que otro). En este sentido la buena conciencia es más necesaria que nunca y las buenas causas nos acompañarán cada vez con más fuerza: entiéndase, fuerza imperativa, coercitiva, intratable --y con una doble ventaja: realizar, por una parte, una manifestación clara de la fuerza y, por otra, una deslumbrante ilusión de moralidad. ¿Qué ha pasado?, ¿qué ha ocurrido para que el país haya sufrido una mutación que ha sobrepuesto a la libertad que luchó contra la dictadura el poder que lucha por el control de la democracia? ¿Qué es una democracia sin griegos? Pero ¿qué es incluso una democracia sin rebeldes, es decir, sin guerrilleros, sin españoles? Los hombres -y las mujeres- han salido al mercado, pero lo que está en el mercado, lo que es objeto de compraventa, en cualquier caso lo que compra el capital, que es el que puede, no es tan sólo la fuerza de trabajo, la mano de obra o la masa gris, sino ante todo y sobre todo la independencia de carácter, el sentido de la justicia, la libertad de criterio, el valor de la verdad, incluso el instinto de conservación de la vida de los asalariados: en este sentido no hay política, arte, prensa, industria, televisión, economía que no esté comprada, la que no lo está no está en el mercado, y la que no está en el mercado simplemente no está, no existe: la economía de mercado, en sentido amplio, general, es la que actúa siempre sobre lo que no está en venta, de modo que siempre tiene un margen sobre el que operar y cada vez estrecha más los márgenes de compra --el beneficio es cada vez más alto o al menos lo parece: cada libertad comprada es una grieta menos en un muro cada vez más sólido y seguro (la seguridad frente a la libertad no es otra cosa que esta última compra siempre por realizar, la que descarta la revolución y la que siempre tiene esta carta por jugar). La cartera cada vez es más grande, pero siempre queda una frontera difícil de convertir en moneda: el material de que está compuesto este elemento de cambio es siempre el mismo -la misma libertad-, pero cada vez está más concentrado y es, podríamos decir, de más elevado valor. De modo que, a más valor, más dinero, un capital más fuerte: ¿podríamos afirmar, sin ser motivo de burla, que el poder no lo es todo, porque lo que es todo es precisamente lo otro? Porque ¿qué es un poder que, en vez de un dar, es un quitar poder a quien en cualquier caso lo tiene, como el brazo tiene a la mano que puede, y acaricia y ataca? ¿Qué es el poder político, si detrás de él no hay un político independiente --sino que cede la política por el poder y la practica, asumiéndola o concibiéndola, como una actividad servil, la subordinada a obtener el beneficio del poder? Pero yerra de medio a medio el candidato: el poder ya no es lo que tiene el que puede, pero el político es ya el que está en el mercado para que no pase nada, no suceda el acontecimiento, no fluya el río, no avance el movimiento, no corra el aire. Es decir, para que el brazo no esté unido a la mano, y viceversa. Ya todo está comprado -o casi todo- y todo suena a metálico -o casi todo (todos tenemos un precio, luego todos tenemos un monedero más o menos ancho y hondo)-, de modo que podemos decir que el poder, el dinero, la buena vida capitalista (porque la socialista sería buena pero no era vida) lo son todo y, sin embargo... Sin embargo, cuidado aún con lo que -todavía- difiere.

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