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Antes éramos tontos

Antes éramos tontos, nos educaban para que lo fuéramos, si espabilábamos era por nuestra cuenta (y riesgo), y los espabilados no eran buenos: los buenos eran los tontos, que no eran listos pero eran obedientes y sumisos (quizá por instinto de conservación y apego a la vida), y estábamos solos (solos con nosotros y, en fin, con nadie). Los que nos educaban eran nuestros enemigos íntimos, tanto de los rebeldes que sin duda perdían como de los triunfadores cuya única victoria (triste éxito) era arraigar y extender el valor del miedo: en cualquier caso unos y otros éramos lo mismo, unos perdidos, tanto los triunfadores como los perdedores (es decir, todos los educados). Ahora somos listos, ya sabemos que los que nos educan para humildes y mansos no son buenos, pues los buenos son los que nos enseñan a ser libres e independientes y valernos por nosotros mismos (sin tener que pelearnos contra todo): incluso hemos aprendido que los malos son los que nos quieren disciplinados al principio y disciplinantes al final (jóvenes y viejos con los que cerrar el círculo, mantener el curso y repetir el ciclo), que además convierten la virtud de la obediencia en el santo y seña de la moral (educativa y cívica, adulta e infantil). Sed obedientes y no deis guerra, pero ¿qué guerra damos nosotros? Tan sólo jugamos y ya nos entendemos entre nosotros mismos: ¿a quién que no necesite curarse (y tal vez salvarse) dañamos los que al fin y al cabo no somos más que unos niños cuyas vidas dependen por completo de los mayores? Pero dependemos para que nos espabilen, no para que nos atonten (¿acaso la educación no es un largo y duro proceso de espabilamiento?): ya hemos comprendido quién nos ama y quién nos detesta. Creemos que hay educadores que nos desean demasiado, están demasiado cerca, demasiado encima (y como para no temer por su salud, que redundará en la nuestra): la distancia absoluta quizá les salvaría. Pero ¿quién nos salva a nosotros (todavía) de ellos? (Homenaje, humorístico, al francés: la escuela es una especie de sujección en la que las chicas continúan rebelándose contra los sujetadores para poder ir algún día con las tetas sueltas: en esta lucha contra el sujetador no es poca la ayuda que puedan ofrecer los chicos.)

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