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Si quieres la paz prepara al ejército

El soldado altruista, el guerrero humanista, el militar pacifista: un ejército por una vez sorprendentemente político, pero una política demasiado previsible y manifiestamente moral: emplea al ejército, pero para la paz, desinteresadamente y por la humanidad. Si quieres la paz, prepara al ejército. El egoísmo -o las cosas como son- ha vuelto a ser inmoral, las legiones humanas -herederas de las tropas cristianas- han vuelto al combate: el poder lucha contra el poder, parece. Una batalla encarnizada: el hombre contra su naturaleza, no el hombre contra el hombre, pero todavía una batalla, quizá la última, la interminable. El ejemplo es el medio: la milicia del amor al prójimo, el interés por los desfavorecidos y la lucha por la salvación. Todo lo que no es humano no es moral, y todo lo que no es moral no es político: un verdadero ejército político es lo que no es. No hace la guerra, la impide, porque lo que hace es la paz. Y no mata, muere si es preciso: pero su sacrificio no es en vano. Alcanza el cielo, vence a la tierra: pura suspensión como es, logra la suspensión de todas las acciones de guerra, que cese el tiroteo, bajo la prohibición del uso de las armas. Hay que tener un poco de suicida -al fin y al cabo el típico desprecio militar a la vida, pero esta vez vuelto contra el militar mismo- para integrar estas misiones armadas de paz, ni siquiera de desarme de los combatientes sin moral y por lo tanto sin política, pero ¿qué perdido no quiere salvarse? Qué no habrá que hacer, y que decir, para recuperar lo irremediablemente perdido. O cómo me las arreglaría yo, el estado.

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