Blogia
http://FelipeValleZubicaray.blogia.com

El político por excelencia

El terror es la política, la política es la dictadura, la dictadura es el terror: el terror no es más que el asesinato político del adversario convertido en enemigo por el dictador y sus amigos los partidarios de la eliminación física de cuantos difieren de su política y lo expresan con sus palabras y con sus actos --en la democracia la eliminación del oponente es moral y es un residuo de la dictadura aún vivo en la política que fue y será siempre su fábrica: un terror al poder que persiste y es "especialmente democrático" entre los adversarios del gobierno (la necesidad de ser amigo del que manda, o parecerlo, para progresar en la sociedad y en la vida es una señal bien clara de este terror de fondo, una emisión predemocrática y ultrapolítica que perdura). Los terroristas no son más que unos políticos que aún no controlan los aparatos de estado con los que eliminar a sus rivales los detractores de la dictadura, cuando aún no pueden ejercer un terror legítimo y legal confundido con la razón de estado y matar al que disiente aún no es un acto administrativo corriente (no un asesinato sino un ajusticiamiento o un fusilamiento de los enemigos del estado, del pueblo, de la nación o de la patria: en definitiva, no un acto político sino jurídico), pero las motivaciones y, en último caso, las justificaciones, exculpaciones y absoluciones ya están funcionando (ningún hombre de estado es inocente, es decir, es un político, y no es democrático. Un político democrático es, como si dijéramos, menos político: el político por excelencia es el dictador, y fascina incluso a los demócratas). Pero hay más: el terrorismo es la dictadura que hay en una política que, sin la democracia de por medio, mostraría y muestra lo que realmente es: ni siquiera la eliminación real y material del adversario o del enemigo, sino lisa y llanamente la del que no es igual a uno, es decir, al uno (la del que es de tal manera, y piensa, y siente, y obra, y habla de tal modo, que ni ha de ser ni es, porque en realidad no es: difiere y, como todo lo que difiere, carece de ser y de razón de ser). El terrorismo no es más que la tiranía de la política que cae sobre todos los que la política estima como de otra naturaleza y sin duda de otra jerarquía y otro rango --porque para los políticos el otro es en el mejor caso un don nadie (en realidad lo ven como el antipolítico por antonomasia) y en lo único que discrepan unos de otros es en el tratamiento a imponer a este verdadero incordio para el sistema al que funda la pretensión de la unidad y la identidad del ser y quizá desfonda la irrupción de la multiplicidad y la diferencia que son lo que es: la eliminación física y política o la política y moral. El terrorismo es esta política tan simple (y tan política): hay que eliminar al malo (al opresor, al explotador, al esclavizador), hay que erradicar el mal que asola la casa de los buenos e impide el esplendor del país del bien (de la libertad, de la justicia, de la igualdad) --matar para renacer, para resucitar, para que el ser vuelva a ser el que es, ha sido y será siempre: lo uno, bueno y verdadero retornará sobre la eliminación de lo otro (de lo no idéntico). ¿Qué importa lo que haya que sacrificar ante tamaña recompensa? Pero es esta eliminación de un tipo u otro la que hay que llevar a cabo, la que hay que realizar, y el terrorista no siempre y en todo lugar coincide en la misma persona con el político que la precisa y que con tanta o más fuerza precisa de él (qué es el terrorismo, cómo llamarle de verdad y cómo es posible que sirva para dar nombre a una cosa y su contraria: todas estas dificultades, y algunas más, quizá procedan de aquí): porque no hay más mal que el que causa el que difiere de la identidad a la que estropea y de la unidad a la que rompe y desguaza. En un paso más los terroristas son los curas y monaguillos que no controlan esta religión que les ha creado transformándolos en unos políticos natos, puros y duros, en los que forzosamente han de converger terror, dictadura y política. Los políticos han sido concebidos y engendrados para abortar la democracia y mantener esta alta dictadura gracias a este terror que también él apunta alto (en realidad aún más alto que el resto): la política como el terrorífico servicio a la causa (la misma causa de siempre, la misma).

0 comentarios