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La máquina de atontar

Los medios son una máquina de producción para el poder, la producción que el poder necesita y demanda -una oferta ampliamente satisfecha- es la producción de tontos -¿simples, necios, vanos?-: son los tontos siempre a favor del mismo y los tontos siempre en contra del otro --¿una generación del prejuicio? Más bien otra de la opinión en lugar del pensamiento, la doctrina en vez del conocimiento, la consigna en lugar de la reflexión, en aras de un poder que asegura que los tontos serán poderosos -un beneficio a la altura de la sumisión-: es decir, quienes consientan en mantener siempre y ante quien fuera la posición ordenada por los listos -unos que fuera del poder no son nada: tal es su autoestima, su dignidad, su amor propio, y la fatuidad que les hace sentirse los llamados, los elegidos, los proclamados, los mejores de todos- pueden lograr, si espabilan, acceder al lugar del poder: pues, en efecto, el sistema funciona de abajo arriba, tontea a la población pero también extrae de su seno a los tontos capaces de actuar de arriba abajo, reproduciendo el sistema, que selecciona de todos cuantos crea a quienes le pueden recrear a él, como si de entre todo el rebaño que genera pudiera entresacar a los pastores que le regenerarían --una regeneración siempre prometida y nunca realizada, por demás pendiente, porque es honradamente imposible hasta formularla -previo pensamiento, por supuesto-: no está en el programa del sistema. Arriba los listos, abajo los tontos, pero tanto unos como otros -los listos no son más que unos tontos debidamente espabilados y, en este sentido, más equivocados que los demás, de un error que puede llegar a ser dramático- creados por el poder, como en un segundo nacimiento que deja fuera a quienes no desean morir para renacer en él o, simplemente, tienen demasiada vida propia -y demasiada automovilidad- como para nacer y morir siempre en los mismos, con los mismos y por los mismos, que es siempre sin los otros, contra los otros y fuera de los otros, aunque ambos fueran personajes meramente imaginarios, malamente pintados e incluso estrictamente irreales --no importa: los reales, y desgraciadamente poco o nada fantásticos, además de artistas falsos y magos mediocres, son los cínicos cuya aún última ilusión es el poder y los ilusos de un cinismo cómico, involuntario e inconsciente. De modo que todo lo que en los medios no es información es producción para el poder -político, económico, social, electoral: del sistema-, y todo lo que en la producción de la información no piensa en la cabida que puede y debe tener a lo largo de su recorrido el pensamiento es la misma producción que en la opinión no es siempre y necesariamente opinión en sentido estricto y riguroso -hay agentes de los medios que, sea como fuere, cuentan con el cerebro activo del receptor-: la pregunta es ¿quién informa? Pero la respuesta... ¿será la respuesta: algún tonto, no? Los medios que en vez de decir lo que pasa hacen -por el lenguaje- lo que ha de ser, los medios antiguamente llamados informativos...

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