Blogia
http://FelipeValleZubicaray.blogia.com

Come y caga como los demás

El interés público o del público es la vida privada: no desde luego quién es quién, sino qué come, qué folla, qué caga, e, incluso, que también él ejecuta estas operaciones --no es un santo, es idéntico a todos, no difiere de los demás: comer, follar, cagar, son cosas muy de este mundo, y este mundo no es nada en comparación con el que, ay, perdimos ayer y no encontramos hoy más que en la nostalgia de su recuerdo, en la memoria de su perfección, cuando el que es era el que es y el que no es parecía que no es. En definitiva, que él -el actor, el deportista, el torero- es igual a cualquiera y, a ser posible, es un cualquiera más, tanto en su verdad como en su vida --en realidad tan bajas y despreciables como altas y valiosas parecían: son lo que son, qué le vamos a hacer, porque todavía hay quien representa que es idéntico al que es... y quien busca la identidad bajo la representación del ser (el hallazgo es siempre el mismo: la sexualidad bajo la castidad y la fidelidad, incluso la homosexualidad bajo la hombría y la virilidad). Estamos en medio de una guerra, voluntaria o forzada, que tiene lugar entre y contra los particulares, en la que difícilmente participa el más representativo de los hombres públicos -un santo, pero también ya un invisible, un desaparecido, un ausente de su propia función: la corrección gobierna-, cuyo objetivo es provocar, por medio de la persecución, del acoso y del derribo, la caída del alto, pero también la del mediano y la del bajo si es que aún caminan erguidos. La pregunta es: ¿quién inicia esta singular cacería?, y la respuesta es tan sencilla como la siguiente: el arrastrado que no soporta ninguna medida, ninguna estatura, ninguna elevación, ni siquiera la más pequeña --y, por supuesto, cree en esta homogeneidad a pies juntillas, pues para la serpiente todo es liso y llano como su piel: aquí, en su naturaleza, hay sin duda una verdad, pero cruel e inhumana, no representativa de nuestra especie y de nuestra fe. Y si, además, el que come, folla y caga como los demás -¡qué descubrimiento tan extraordinario!-, pierde la compostura, la donosura y hasta la postura, mucho mejor: él será el malo, el orgulloso, el soberbio, el agresivo, el que no sabe estar en su papel --pues esta función es todavía una representación, aunque esta vez inversa y pone la cabeza donde tenía los pies. El interés del pueblo fue un día la gran obra de teatro que protagonizó el actor, el gran campeonato que hizo el deportista y la gran corrida de toros que realizó el torero --pero en nuestros días el interés público y del público es, qué le vamos a hacer, la otra corrida: la que fluye penetrante y viscosa por debajo de todas las cosas, la que nos iguala a todos en nuestra común, huérfana y pecadora condición. La de una humanidad sin poder o en la que el poder no es lo que parece, porque el poder... el poder no existe, no quiere, no puede y no es. 

0 comentarios